lunes, 24 de marzo de 2014

Lo Sagrado y lo Profano.



Lo sagrado es un principio que posibilita a una sociedad humana a conceptuar en una separación espiritual, vital e íntima, entre los diferentes factores que lo disponen, lo precisan y lo significan, es decir, hechos, pensamientos, elementos, valores, manifestaciones, entre otros. Así por ejemplo, en la religión mesoamericana lo sagrado denotó todo lo que se vinculaba a lo más trascendental de su culto. Eliade (1998:26) nos dice al respecto que lo sagrado es lo verdadero por excelencia, y a la vez fuerza, energía, eficiencia, manantial de existencia y de fecundidad. El anhelo del hombre religioso de existir en lo sagrado equivale, de hecho, a su deseo de ubicarse en la realidad objetiva, de no permitirse inmovilizar por la realidad sin fin de las experiencias puramente subjetivas, de vivir en un universo real y activo y no en una ficción. Tal proceder se comprueba en todos los planos de su existencia, pero se manifiesta sobre todo en el afán del ser humano religioso de trasladarse en un mundo santificado, es decir, en un espacio sagrado. Si se desea precisar y especificar lo sagrado, es elemental disponer de una cantidad adecuada de “sacralidades”, es decir de hechos sagrados. Se trata de símbolos, de mitos, de rituales, de cosmologías, de cosmogonías, de lugares sagrados, de objetos sagrados y venerados, de formas divinas, de seres humanos consagrados, de animales y de plantas. En este sentido, Eliade (2007: 52-53) afirma que lo sacro es específicamente distinto a lo profano. Puede sin embargo expresarse de cualquier manera y en cualquier espacio en el mundo profano, pues tiene la posibilidad de modificar todo objeto cósmico en paradoja por intermedio de la hierofanía[1] (en el sentido de que el objeto deja de ser el mismo en cuanto objeto cósmico, aunque continuando en aspecto alterado). Esta dialéctica de lo sagrado es valedera para todas las religiones y no solamente para las pretendidas “configuraciones primitivas”.
Por su parte, Rudolf Otto (cf.1980: cap. 2) define lo sagrado como aquello que es numinoso[2], experiencia del misterio tremendo y fascinante, donde lo misterioso se analiza como un componente racional e irracional (experiencias, emociones, sentimientos, vivencias). La esencia de la consciencia religiosa es el temor reverencial ante aquello que espanta (tremendo) y atrae casi irresistiblemente (fascinante). El misterio tremendo está fuera de los límites de nuestra capacidad de comprensión, ya que es lo extraño, lo distinto a lo demás y que no se parece a algo que conocemos. Lo tremendo está lleno de poder e implica un paréntesis en nuestra cotidianidad, en cambio, lo fascinante es salvífico y liberador en términos existenciales.
Por otro lado, en ese mundo de lo sagrado lo opuesto sería lo profano y es preciso explicar que entendemos por ello. Lo profano se ha definido como todo aquello que no tiene vínculo con las cosas sagradas, es decir, lo mundano o meramente humano. Ejemplo sería lo que no es santo, lo que esta fuera de un templo religioso o bien algo ordinario o común. La oposición sagrado-profano se interpreta con frecuencia como una oposición entre real e irreal o pseudorreal. Cualquiera que sea el nivel de desacralización del mundo al que haya llegado, el hombre que elija por una existencia profana no alcanza abolir del todo la conducta religiosa. Tendríamos que ver que incluso la vida más desacralizada continúa manteniendo huellas de una valoración religiosa del cosmos (Eliade (1998: 16, 22 y 23).


[1] En el siguiente apartado se comenta detalladamente lo que se entiende por hierofanía.
[2] Rudolf Otto empleó la palabra “numen” para explicar al ser sagrado supremo a quien todas las religiones tienden a pretender conocer, y el que creó el primer sentimiento religioso por medio de manifestaciones religiosas o hierofanías.

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