lunes, 24 de marzo de 2014

Introducción.


En nuestro devenir histórico, el ser humano ha podido estructurar diversas formas de pensamiento que han trascendido en su vida cotidiana. Nos hemos formulado preguntas tales como: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos? Desde el Paleolítico Medio (ca.130,000-33,000aC.) el largo proceso evolutivo del ser humano no sólo había afectado su parte constitutiva sino también su entorno, llevándolo a una complejidad cultural y religiosa. El organizarse en una sociedad, estableció un núcleo de relaciones entre los individuos en donde el lenguaje, la comida y el vestido se convirtieron en emblemas para mostrar a otros quién es uno en términos sociales; una respuesta básica a la necesidad humana de pertenencia, adaptación y sobrevivencia. Estas distinciones y emblemas las podemos encontrar en las diversas obras materiales que el ser humano ha producido a lo largo de la historia mesoamericana y que distinguieron una civilización de las otras. En este sentido, en la cultura de El Tajín encontraremos desde obras pequeñas como es una vivienda, con sus propios rasgos personales en su interior, hasta las de grandes dimensiones con características y particularidades escultóricas; es decir, la Pirámide de los Nichos, el Juego de Pelota Sur y Norte, la Xicalcoliuhqui, el Edificio 5, el Juego de Pelota Norte y el Edificio de las Columnas. De igual manera, ubicaremos grandes espacios con representaciones pictóricas, siendo los casos más representativos el Edificio Co.14 de Cerro del Oeste y el Edificio I. En este contexto, el arte del escultor y el pintor de la civilización de El Tajín estuvo sustentado en una ideología esencialmente mágico-religiosa; produciendo obras de arte de total sobriedad que se acomodaron a un tiempo mítico, producto del meticuloso y constante reconocimiento de su medio, de las fuerzas sagradas que existieron en la naturaleza como el fuego, el agua, el viento, el granizo y el relámpago; y en los animales como la guacamaya y el jaguar, por mencionar algunos ejemplos. Es por ello, que las obras de estos artistas estuvieron llenas de símbolos, de signos y de manifestaciones, ejemplos de un arte basado en lo abstracto o en el naturalismo y el realismo.
Al conocer el medio que los rodea, los pintores y escultores de las diversas ciudades que conformaron Mesoamérica, llegaron a producir obras en formatos grandes y pequeños, utilizando pigmentos de origen animal y vegetal. Emplearon como base o soporte el barro y el estuco, y para la producción y terminación de las obras las piedras preciosas, los moluscos, las rocas de diferentes calidades y la obsidiana, entre otras. En el arte escultórico y pictórico llegaron a representarse eventos vinculados con lo político-religioso (entronizaciones, humillaciones rituales y sacrificios de sangre, siendo los principales rituales la decapitación y la extracción del corazón), escenas de la vida cotidiana, de animales y plantas, de personajes como gobernantes, “sacerdotes” y guerreros, y fuerzas sacras y dioses. La flora, la fauna, los seres humanos y las deidades, se personificaron y se simbolizaron a través de los astros, los fenómenos naturales y los elementos como el agua, el aire, el fuego y la tierra. Además, podemos encontrar en estas grandes escenas otro tipo de temáticas como la muerte, la vida, la naturaleza, los mitos de creación y la lucha entre los dioses, composiciones que trascendieron el espacio y el tiempo sagrado, obras de arte del área del Golfo de México, donde se revelaba la lucha de contrarios y las fuerzas positivas o negativas.
Es importante caracterizar la esfera religiosa, por un lado para poder comprender cómo se establecieron los diversos hechos religiosos y por otra parte, explicar esa necesidad de la elite por plasmar en las obras escultóricas y pictóricas, los diversos fenómenos y manifestaciones sagradas. En esta dinámica, la religión llegó a ser vista como un hecho social, humano y de colectividades, que ejerció un control ideológico en los pueblos y permitió la movilidad de las masas a través de las imágenes, los símbolos y el arte. La vida religiosa fue activa, en constante cambio debido al desplazamiento espacial y temporal de los núcleos humanos asentados en el área, permitiendo la interacción con otras culturas. En este último sentido, la influencia de la civilización de El Tajín llegó a sentirse en diversas partes de la costa central de Veracruz (cf.Pascual, 2006 y 2009).
Las obras escultóricas y pictóricas mesoamericanas simbolizaban cómo conceptualizaba el ser humano religioso el entorno que le rodeaba. La reconstrucción del hecho y la manifestación religiosa, es el objetivo general de este libro y el determinar el modo de diversas prácticas de sacrificio en la costa central de Veracruz, así como los dioses y las fuerzas sagradas que se veneraban. Desde el análisis de la escultura y la pintura mural, se determinarán los cambios del ritual de sacrificio, la importancia de las deidades y las energías divinas, durante los períodos Clásico temprano (ca.350-600dC.), Clásico tardío (ca.600-900dC.) y Epiclásico local (ca.900-1100dC.), en la civilización de El Tajín, tomando en cuenta las constantes de espacio, período arqueológico y esplendor cultural. A través de las obras de arte, se tratará de entender no solo el pensamiento que se tiene en torno a las deidades y las fuerzas sagradas, sino también la ideología en torno al sacrificio humano y explicar los rituales que se llegaron a plasmar con mayor frecuencia; es decir, intentar definir cuales fueron las prácticas, costumbres y tradiciones culturales que definieron el hecho y la manifestación religiosa. Así mismo, determinar cuáles fueron los dioses y las fuerzas sagradas más importantes en el pensamiento de los grupos étnicos asentados en el Centro de Veracruz.

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