lunes, 24 de marzo de 2014

La civilización de El Tajín: el norte de la costa central de Veracruz.


Se puede considerar una civilización como aquella que no sólo estructura complejos sistemas de organización política y social, sino también porque es notable en sus tradiciones artísticas y su religión. Así como otras culturas mesoamericanas, la civilización de El Tajín desarrolló el calendario, los sistemas de riego, la especialización en el trabajo de la piedra y complejos sistemas constructivos, como la edificación de templos y monumentos religiosos, por mencionar algunos ejemplos. Es de esta forma como la ciudad de El Tajín se convirtió en el centro político y religioso más importante del noreste de Mesoamérica durante el transcurso del período Clásico temprano (ca.350-600dC.). El asentamiento se ubicó en un espacio estratégico, en el norte de la costa central de Veracruz, obedeciendo a tres motivos principales:
Se encontró en el lugar más elevado entre las llanuras aluviales de San Pablo y El Espinal, lo cuál le proporcionaba diversos beneficios políticos.
Estuvo enmarcado geográficamente por los ríos Tecolutla, Nautla y Cazones, puertas de acceso no sólo para el comercio, sino también para las diversas ideas culturales.
Estuvo rodeado por cuatro llanuras aluviales: Coatzintla, San Pablo, El Espinal y Gutiérrez Zamora, que constituyeron los graneros que mantendrían a las poblaciones en crecimiento.
Junto con ella, otros asentamientos como Morgadal Grande y Cerro Grande, alcanzaron su apogeo durante los períodos Clásico tardío (ca.600-900dC.) y Epiclásico local (ca.900-1100dC.). Estas ciudades estuvieron conformadas por diversas áreas ceremoniales, plazas públicas, pirámides y templos, con diferentes funciones administrativas, civiles y de culto. La vida religiosa se concibió como unidad del dinamismo humano, constituyéndose de creencias y experiencias sobre aspectos de arquetipos existenciales, morales y sobrenaturales. Esto será trascendental en las urbes que integraron la región de El Tajín, ya que encontraron elementos que dieron sentido a su existencia y explicaron todo lo comprensible: el mundo y el cosmos. Con base en estas ideas, la institución religiosa de esta cultura estuvo soportada por un grupo que compartió una ideología común, frecuentemente ritualizada en oraciones, sacrificios, ofrendas y principios relativos a los entes sagrados o sobrenaturales.
Junto con ella, otros asentamientos como Morgadal Grande y Cerro Grande, alcanzaron su apogeo durante los períodos Clásico tardío (ca.600-900dC.) y Epiclásico local (ca.900-1100dC.). Estas ciudades estuvieron conformadas por diversas áreas ceremoniales, plazas públicas, pirámides y templos, con diferentes funciones administrativas, civiles y de culto. La vida religiosa se concibió como unidad del dinamismo humano, constituyéndose de creencias y experiencias sobre aspectos de arquetipos existenciales, morales y sobrenaturales. Esto será trascendental en las urbes que integraron la región de El Tajín, ya que encontraron elementos que dieron sentido a su existencia y explicaron todo lo comprensible: el mundo y el cosmos. Con base en estas ideas, la institución religiosa de esta cultura estuvo soportada por un grupo que compartió una ideología común, frecuentemente ritualizada en oraciones, sacrificios, ofrendas y principios relativos a los entes sagrados o sobrenaturales.
La religión guardaría los códigos normativos para la supervivencia de los individuos, ubicándolos en el universo y en una población determinada. De ahí que los enfoques religioso y de arte sean pertinentes al estudiar la vida religiosa como fenómeno social, ya que es un impulso (emociones, percepciones individuales y energías mentales que experimenta el sujeto) regido por normas, rituales y creencias que las propias sociedades antiguas establecieron desde la infancia.

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